jueves, 23 de agosto de 2012

Íntimo

"Como Machado y Gerardo Diego, siempre a ti he de volver, Castilla. Soria verde y medio dormida".

Eres una tierra de magia.
Te avalan Gerardo Diego, Antonio Machado, Gustavo Adolfo Bécquer, Tirso de Molina, Julián Marías, Fernando Sánchez Drago.
Eres una tierra de sueños y misterios.

Ya lo escribió, en su "Bécquer en Soria", Gerardo Diego:

"Poetas andaluces
que soñasteis en Soria un sueño dilatado:
tú Bécquer, y tú, Antonio, buen Antonio Machado,
que aquí al amor naciste y estrenaste las cruces
del dolor, de la muerte...
Desde el cántabro mar, también, como vosotros, subí a Soria a soñar."


No es poeta de mis preferidos. Pero lo resume. 17 años de mi vida, 17 agostos de mis años, en los que mis ojos se empapan de tus parajes verdes y tus silencios largos, del vuelo de tus águilas y buitres leonados, de los ciervos que te recorren junto a los caminos, en tu espejo de negra laguna, en tu río a veces furioso torrente y otras silenciosa fuente lleno de piedras en que tantas veces me he bañado y he dejado la sal de mi Mediterráneo correr.
Soria que me vio crecer y me observa madurar año tras año, que guarda recuerdos tempranos, que calla secretos oscuros bajo la sombra de robles, encinas y pinos; que pone piedras en el camino para seguir adelante, que hace que hierva la sangre convirtiéndome en una mota más del paisaje indómito, salvaje y dormido.
Soria de tranquilidad, droga poética. Si no voy a ti, se me mueve algo por dentro, una inquietud, un malestar. Se me va el sueño y el hambre, dejo de maullar al viento, de enseñarle los dientes al enemigo, de andar contracorriente. Eres mi opio, mi veneno. No ir a ti, es no ir a mí misma.

Soy una gata callejera, una Esfinge sin pedestal; pero, aunque enamorada del mar, tus tierras y yo sabemos la verdad. Las raíces que te colman el suelo, las nubes que cubren tu cielo, tus rincones secretos y tus montañas ariscas, tus colinas suaves, los girasoles que te manchan, los trigales que te doran, las casas de piedra que te decoran, las gentes que te pueblan, las leyendas que te conforman y los misterios que escondes. Lo saben, como yo.
Si algún día reclamo tierra alguna, si necesito descansar, si quiero deponer las garras en el sendero que recorro al revés, si necesito detenerme a respirar, si busco un sitio al que llamar hogar...
Por mucho que no tengas mar, Soria, llegaré. Me acogerás, como lo haces desde hace 17 años. Te abrazaré, derramaré las lágrimas necesarias, y cada mañana respiraré el aire de tus sierras, escucharé el rumor de tu sangre helada (Duero, Duero, ¡cuántos años de baños y daños nos esperan! Las marcas de tus piedras se marcan como siempre en mis rodillas), recorreré tus carreteras, estudiaré tus paisajes, me convertiré en una más de tus gentes, me esconderé en la noche oscura del cerro para otear lechuzas, venados, zorros. Contemplaré tu límpido cielo estrellado, donde descubrí el placer del silencio y las estrellas, donde me enseñaron constelaciones y por primera vez vi la Vía Láctea, donde las Lágrimas de San Lorenzo me saludan cada año.


Soria, medio dormida vives y medio dormida me matas cada año.
Volveré el año que viene a ser una gota más de sangre en tus venas, lo prometo.
Sabes que va el poco honor que tengo en ello.


Dice Machado (éste sí, mi poeta de Soria entre Soria y sus poetas):

"Allá en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños..."

Jamás fui tan feliz como cuando, un verano, mi padre me regaló su viejo libro de "Antonio Machado: Obras Completas" en tus tierras. Viejo libro y vieja tierra florecida. Me aprendí al dedillo el poema que lo estrenaba (versos de Darío al poeta del Duero por su muerte) y el que le contesta (Machado lamentando que el de ultramar falleciera). Devoré aquellas líneas que, amante de tus gentes y tus tierras, tu hijo adoptivo (pues así lo proclamaste), escribió desde lo más profundo de su corazón; porque eran las líneas que me habría gustado escribir yo.

Este año he recorrido nuevamente tus miradores, tus parques, tus ciudades, tu Playa Pita y tu Embalse de nombre pintoresco (¡Embalse de la Cuerda del Pozo!). Recuerdo cuando el pueblo sobre el que descansa asomaba sobre el agua en forma de enhiesta chimenea. También tengo en la memoria el año en que, preso el ladrillo que la formaba de la acción de viento, hielo, sol y agua, la chimenea cayó al fondo, con el resto de su pueblo. Aún asoma el puente romano, valiente.
Este año había poca agua que lo ocultara, casi hemos podido tocarlo con las manos.
Asomará siempre a mis labios la sonrisa al recordar que, hace tres años, obligué a mis padres a seguirme el ritmo. Ritmo que no esperaban. Visitamos cada ciudad donde Machado y Diego te escribieron, donde Bécquer guardó sueño por las noches.
Recité "A un olmo seco" frente al olmo al que Machado (¡Buen Antonio Machado!) escribió. Lloré junto al monte que Bécquer usó en su Monte de las Ánimas. Casi encuentro su lago de  Ojos Verdes. Me volví llanto junto a la tumba de Leonor, y destrocé los pies de mis padres (mi hermana, por suerte, se libró de mi peregrinación enloquecida) marchando de un punto a otro de tu esmeralda geografía.
Recorreré de nuevo esa senda mística mía, algún día. En silencio, sola, con mi libreta en mano para anotar pensamientos, día a día, sensaciones, dibujos rápidos que capten lo que me embarga el corazón.
Soria, Soria mía.

Me senté en Baeza, en un bar oscuro y pequeño, de callejón, mientras mis padres repasaban el mapa que debía llevarnos de vuelta al pueblo en que nos alojábamos (Vinuesa que siempre me roba el alma, que este año impide que olvide cada una de sus piedras y sus cuestas), a beber, completamente perdida en mi cabeza, una limonada. Este año me han explicado la receta del brebaje, con ese vino afrutado y seco de pueblo, canela, limón y azúcar. Y concluí que sí, que eres la tierra en que aovillarme.

Soy gato de pueblo marino.
Pero son tus tierras de montañas, ríos, cerros, barrancos, encinares, colinas, pueblos de piedra, recovecos en los bosques de robles, rebaños de vacas y ovejas, paseos a caballo y vuelos de rapaces; donde el cuervo grazna a las 9 de la mañana y la noche se pasa contando estrellas, donde la Laguna Negra refleja los secretos del cielo y tus vientos transportan los sonidos más allá de las piedras que los escuchan...
Son tus tierras a las que acudiré a ronronear cuando mis huesos pidan calma, paz, sosiego, arraigar.


Tú eres el hogar de mis raíces.
Y el mar, el murmuro que me habla de ti.

Te contaría tantas cosas, Soria. Te cantaría tantos versos. Te dedicaría tantas horas y tantos sueños, que hasta mis desvelos te pertenecerían, que cada respiración mía sería tuya, cada bocado que me alimentase, mi sangre derramada para nutrirte.
Me ato tanto a ti, que hace daño, un daño sordo en las entrañas, que constantemente me recuerda que te he vuelto a visitar, y vuelto a abandonar, como todos los años.


Y como todos los años te digo, Soria, provincia de una Castilla imponente que duerme por siempre...

Voy a volver a ti.
Por siempre, y un poco más.


Estatua de Gerardo Diego en Soria, con
los versos finales de "Bécquer en Soria". 





Y cada noche, murmuro tus títulos y lemas.
Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Soria.
Soria Pura, Cabeza de Extremadura.
Soria, la Bien Cantada.
Soria, Ciudad de los Poetas.


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