viernes, 25 de enero de 2019

It's a sin

Superluna de sangre de lobo. En eclipse. Y menuda foto tengo de ella.
Los lobos (Alraune cada vez está más presente, y es mucho más importante de lo que iba a ser, de lo que ella pensaba, de lo que yo pensaba. Y es el hilo conector y conductor, el cable eléctrico que recorre todo a punto de incendiarse al más mínimo fallo, seguida al galope por el lobo azul y las llamas de la pira) avanzan, poco a poco, de forma constante.
El dibujo (de otros lobos) se está terminando, a entregar este domingo, como tarde el lunes. A ver qué pasa con el experimento. Si todo sale bien, puede ir exageradamente bien el camino artístico. Si no, no está nada mal lo que tengo por ahora.
Por otro lado, el Resu y yo tenemos más contacto del que jamás creí. El primer año que voy y me las he arreglado para conocer a una de las entrevistadoras oficiales/embajadoras/organizadoras del mismo. Que me lleva a las entrevistas, dice. Que me presenta a quien yo quiera. Que le haga un diseño de camiseta, a ver si para el año que viene cuaja y me mete en la tienda. Desde el jueves pasado mis pies no tocan el suelo.

La semana pasada. Tema aparte.
El lunes murió mi tío Martín. Un infarto fulminante, un rayo que nadie pudo preveer. Nos destrozó. Nos pilló tan de imprevisto, tan lejos de poder siquiera imaginar que le podía pasar algo así. Mi prima embarazada, su novio con él en el momento. Todos centrados en mi tía y en mi otra prima, con sus tres hijos. Pero sólo yo con la embarazada y su novio. Que fue el que más susto se llevó. Y el que más entereza demostró. Se aferró a mi prima, se aferró a mí, y aguantó hasta que dos días más tarde, pudimos volver a casa del entierro. Y sólo se derrumbó frente a nosotras. Sólo nos derrumbamos con él. Empezamos a aceptarlo.
El jueves necesité alejarme de todo. El miércoles me derrumbé por completo. Llevaba dos días sin comer ni dormir apenas, dos días de tensión constante. Me dio un ataque de ansiedad. Discutí con mi hermana como si no hubiese un mañana y fuésemos desconocidas. Con mi padre porque no eramos capaces de respirar en la misma habitación sin odiarnos. La única con la que no me grité fue mi madre. Pero me tiré dos horas sentada en el espigón, viendo el mar. Sólo viéndolo.
Sin ni siquiera llorar.
Contemplándolo. El vaivén de las olas, la rotura en espuma contra las aristas húmedas y erosionadas de las rocas. La marea subiendo mientras todo alrededor se oscurecía. Cuando ya estaba todo negro me fui a una cafetería. A entrar en calor. A olvidarme. Y entonces recibí el mensaje de "mañana vente después de cenar a Valencia, y nos vemos y hacemos algo de fiesta". Y mi cuerpo aceptó como si fuese agua y yo me estuviese muriendo de sed en medio de un desierto de sal.
Y eso hice. El jueves de karaoke en el Peter Rock, y yo ahí con Moriarti, la señora Yadia y Arturo, porque por qué no. De buen rollo. Karaoke en vivo con una banda de locuras con patas, con Camilo Sesto y su "Melancolía" incluídos en el pack. Volví nueva a casa al día siguiente. Fueron horas en las que no tenía que pensar, ni llorar, ni sostener a nadie. Y tras contemplar el mar, helarme de frío y sentir nada por dentro del cansancio, esa noche me levantó el ánimo y me llenó de energía.

Y ahora estoy aquí, planificando el viaje a Madrid, pensando qué demonios hacer con la vida después de eso. Miento. Hoy he quedado con Alejandro, y ha sido raro. Y muy normal. Raro volver a vernos y encontrarnos personas distintas. Normal porque ha sido automático, el sonreírnos y ponernos al día. Como si en vez de llevar tres meses sin vernos, hubiesen sido un par de horas. Hemos dejado atrás varias cosas, solucionadas y habladas. Somos personas distintas, nuevamente. Me alegra que sea así.
En fallas tendré una visita, probablemente. Rubio, transilvano, de apariencia vikinga y una sonrisa que me sube los niveles de la batería al 200 por ciento como mínimo. Un amigo que es un tesoro y un refugio y un drakkar de expedición. No le puedo querer más porque no sé cómo se hace eso.

Y tengo un combate y un pulso pendiente en Castellón con Vegeta y su gato, que se llama Zaratustra.



Un inicio fuerte, un mes completo en bien y mal.
Y en mi cumpleaños, concierto en Valencia y un clavel rojo en las costillas. Por todo lo alto los veintisiete, Sir Huilliam. Y dos días más tarde, a la capital. Y luego, fallas. Y luego...
...Luego ya veremos, D'Averc. Ya veremos.

jueves, 10 de enero de 2019

Me dijeron tantas cosas de buenos y de villanos

Tres anillos en la mano izquierda, una piedra blanca, una piedra roja, una luna con cuernos de plata.
Un aullido que sube hacia el cielo, unas letras que crecen y ahora, un dibujo que nace a kilómetros de distancia.
Una historia que se está mezclando, una canción que se está escribiendo, un lápiz que se está desgastando.

Y una sonrisa en mi cara mientras todo pasa a la vez.

Qué genial, este inicio de año. Lesión aparte.
Pero qué magnífico.

Y para febrero, te espero en Madrid. Si es que sobrevivo a todo esto. Demasiada emoción que llevo por dentro.


De papel o de ceniza
Como un cuento del abuelo 
Descubrí bajo el sombrero
Una tarde su sonrisa
A nadie se parecía
Al menos en la mirada...