miércoles, 28 de marzo de 2018

Pink warrior

Tengo una amiga guerrera. Punto.
Tiene más fuerza en su cuerpecillo que todos los demás juntos esta semana.
Y ahora, limpia, requetecosida y saliendo de la anestesia, tiene la sonrisa más grande de toda la planta del hospital.
Y en una semana ha pasado de no saber nada, a tener que armarse contra todo. Y ha ganado.
Pero ha ganado de forma absoluta, completa, inmensa. Ha ganado por todo lo alto, superando todas las posibilidades que se ofrecían.
Y aunque ahora tiene una leve cicatriz en el cuello que un día será una enredadera de recuerdos y energía, ahora mismo, es la persona más alegre y peleona del universo. En una semana le han dicho que tiene cáncer. En inicio de metástasis. Y a los siete días, tres horas de operación, ya no hay rastro del enemigo.
Sólo una gran sonrisa, una voz preciosa y una sonrisa inmensa.

Como digo, una guerrera muy dura. Y ha ganado de forma aplastante y sonriente.

Tengo demasiada alegría dentro del cuerpo ahora mismo. Y seguirá siendo poca para celebrar esta victoria.

viernes, 9 de marzo de 2018

Same Old War

El fuego que arde en los ojos naranjas de Filtiarn hace que Alraune sienta ganas de apartar la mirada. Pero Ethelwolf sonríe, parece crecer, sus hombros se hacen más grandes, su postura más firme. La voz que hace un segundo gruñía ahora ronronea, mientras la mano herida señala al joven que, callado, contempla la escena desde la puerta.
- Deberías ser más cuidadoso, hijo.
- No tengo miedo de un perro sarnoso.
- La sarna puede curarse, Filtiarn. La única salida a la rabia es la muerte.
Alraune parpadea, la mano se crispa sobre el puñal. Tiembla ligeramente mientras la mano de Filtiarn se desliza por su espalda, resbalando a lo largo de la columna, acariciando la curva de la cadera. Ethelwolf frunce el ceño, pero ella no hace nada. No se atreve a usar el cuchillo. El rugido del fuego, de las pesadillas, del miedo... El estruendo palpita en sus oídos, la piel erizada, y no se decide a cortar, a clavar la hoja de metal. Conan da un paso al frente, el ceño fruncido en una mueca de enfado, pero Ethelwolf le detiene con un gesto seco de la mano.
- Ven, Alraune.
Filtiarn no detiene el cuchillo. No intenta quitárselo de la mano. Sólo sonríe, manteniendo la leve presión en la cadera, se inclina sobre ella para darle un beso en la mejilla. Le muerde suavemente el lóbulo de la oreja, susurrando divertido.
- Ve, brujita. Yo iré preparando la hoguera.
Alraune se estremece, y sigue sin decidirse. Podría clavarle el puñal, podría herirlo, podría, podría, podría. Pero las cicatrices queman, y el mordisco en su oreja arde, y el miedo es fuerte. Avanza, despacio, comprobando que verdaderemante puede irse. Y a pesar del terror, del pánico a quemarse; el orgullo es fuerte: mueve los hombros con un movimiento seco, irguiéndose. Sus pasos son calmados y no mira hacia atrás cuando se aleja de Filtiarn. Tampoco cuando pasa al lado de Ethel, hacia la puerta. O cuando la atraviesa, dejando a Conan a su espalda, con cara de póquer. Ethelwolf dirige una última mirada enfurecida a su hijo mientras Conan y él siguen a la mujer, sin dar la espalda a Filtiarn.
- No te preocupes, padre. Si tienes rabia, yo te sacrificaré.
La risa suave de Filtiarn les persigue mientras se alejan con rapidez.
Las manos de Alraune siguen temblando al llegar a casa; aún aferrada al cuchillo. Aún con esa risa grave en los oídos.