jueves, 13 de septiembre de 2012

Este gato tiene que aprender a maullar en italiano.

"¿Mao?"
¿Se dice así?


Tengo todo un año para aprender.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Septiembre no va a hacer que me quede aquí

No voy a mirar atrás.
No ahora, que está la maleta cerrada.

No voy a cerrar los ojos y a lagrimear.
No me lo voy a permitir. No voy a entristecerme por dejar a un lado los recuerdos de vacaciones, ni a la gente que me rodea en este mundo de locos y cuerdos aún más locos.
No voy a echar de menos a nada y a nadie. No me lo voy a permitir, ni quiero.

Voy a llenar el iPod con canciones, la libreta con dibujos, frases y mil y una tonterías. Voy a decorar la pared de mi habitación con fotos y post-its. Voy a hablar italiano con acento cordobés. E inglés con acento italiano. Y español y valenciano con una mezcla rara de todos.
Voy a aprender a hacer mil y un tipos distintos de pasta y de pizza, sopas de la Toscana, risottos y carpaccio, que me encanta. Voy a hacerme adicta a los espresso, tanto, que cuando regrese el café no me va a gustar. Voy a hacer colección de máscaras, pequeñas, pequeñas, y alguna más grande. Voy a volver a Murano para volver a ver cómo se hace el vidrio, que me fascinó cómo hicieron en segundos un caballo encabritado.
Mañana.
Mañana estaré en Diciembre. El domingo, para mí, es Nochevieja, es Fin de Año.
El lunes es Año Nuevo.
Así que, mañana cierro dos años de universidad, veinte de vida. Comienzo a prepararme en una especie de limbo para el año que empieza a partir del 17.
Cumplir años en la nieve de los Alpes. Iré a Venecia a por una máscara. Seguro.

Por eso... No. No voy a girarme a ver qué dejo a mi espalda.
Quienes siempre están seguirán estando, lo que nunca desaparece no desaparecerá. Lo que cuenta de verdad seguirá esperando por mí, y el resto, el resto no importará.

No voy a volver la vista atrás para despedirme, ni para echar de menos.
Sólo voy a mirar adelante.

De hecho, los pañuelos se quedan fuera de la maleta, en un rincón, olvidados.
Sólo quiero lápices afilados, un cuaderno, y una sonrisa.



Llevo todo lo que necesito. Mis recuerdos en la cabeza, mis amores y familias en el corazón, las mariposas de los nervios en el estómago, las ganas de este año a flor de piel.



Está todo en su lugar. No voy a extrañar esto.
Tengo demasiado que conocer como para permitirme estar triste por la distancia.




Suena como si me intentase convencer a mí misma.
Puede que así sea.
Pero lo cumpliré a rajatabla. Mañana es el comienzo del año.

Una mancha de tinta en la maleta

Sobre la línea de la ciudad...

...gatos callejeros de tinta china.





Esa es la filosofía.
Personal. Intransferible. Única. Enrevesada a veces. Sencilla otras. En momentos, difícil de seguir. En otros, lo más natural. Básica. Especial. Civilizada. Salvaje. Fe. Curiosidad. Crítica. Hipotética. Máscara veneciana. Transparente como el agua. Opaca. Sólida como el acero. Líquida. Candente. Glaciar.
No se esconde. Jamás lo ha hecho. No lo hará.
A veces, parece que no está. Pero siempre está ahí. En mi ropa, en mi piel. En la punta de las pestañas, en la raíz de las uñas. En las yemas de los dedos y la palma de las manos. En el brillo del cabello y la luz de los ojos. En la sonrisa y en las lágrimas. En las heridas al caer y las tiritas al levantarse.
Sólo la entiendo yo.
Y eso, aunque suene solitario, está bien.
Hace sentirse bien.
Todos, por muy sociales que seamos, por mucho que ansiemos y necesitemos rodearnos de gente, de amigos, familia, conocidos, enemigos (que también son necesarios), de desconocidos anónimos que pasean por nuestro lado en la acera... por mucho que lo necesitemos, siempre, siempre necesitamos más todavía un rincón único y solitario en nuestra mente que sea sólo nuestro. Podemos enseñárselo al mundo, mostrárselo a aquellos con los que tratamos. Podemos demostrar cómo lo creamos, cómo lo desarrollamos, cómo lo perfeccionamos según los pasos del camino, siempre sobre la misma base inamovible. Cómo lo adoptamos y abrazamos, cómo lo fundimos en nuestra piel y cómo lo vivimos.
Podemos mostrar esa isla nuestra y sólo nuestra al mundo, porque sus fronteras sólo sabemos traspasarlas nosotros.

Ahora que me marcho, que me voy lejos de verdad, que hay que cambiar de país para verme, a una amiga se le ha ocurrido decirme que por qué son de tinta china los gatos.
Pues ese es mi secreto, el misterio de mi filosofía. Lo que tengo que descubrir para saber por qué viven sobre la línea de la ciudad. O por qué son callejeros. O por qué son gatos, y no... periquitos, por ejemplo.
Esa es mi isla, la que comprendo y desconozco.
La que todos tenemos, encerrada en una frase o un objeto que sólo es especial para cada uno.

Y mientras estoy haciendo maletas, me da por sonreír como una idiota.
Acabo de darme cuenta: mi sombra también es un gato de tinta china, oscura, sobre la línea de los edificios.



Sobre la línea de la ciudad, gatos callejeros de tinta china.
De los que no se diluyen en cada charco.




Mañana, avión, maletas, saludos italianos y pasta.
¡Tierra de expresso, pizza, mozzarella y máscaras!

sábado, 1 de septiembre de 2012

Otra ronda más

Descorcharé una botella de ron, y cantaré por mi dragona ¡Quince hombres en el cofre del muerto! ¡Ho, ho, ho! ¡Y una botella de ron! durante esta semana.

Dibujaré la Acrópolis.

Pasearé en góndola.

Recorreré calas de postales.

Caminaré por la Atenas eslava.


Y todo durante una semana.

Para volver, e irme.


Pensaré en vosotros.
Y volaré con las gaviotas.



Jojojojo.
¿Lo imaginas?
Un gato sobre una gaviota, volando.