miércoles, 28 de octubre de 2020

Mármol (I)

 Hace mucho, demasiado, que no escribo aquí.

Y lo he notado.

Lo he notado.


La válvula de escape, los pensamientos guardados bien dentro en vez de dejarlos escritos, en vez de dejarlos salir para que se alejen y se lleven la ponzoña y las dudas y las inseguridades de voces externas, ahí, machacando, discutiendo, ahogando, exigiendo, asfixiando, humillando, regañando, doliendo.


Pero mi niño de mármol ronronea, enroscado contra mí, dormido sobre mi brazo.

Scooby (Ringo está escondido, porque está malito de la tripa) es mi cala segura. Su juego de blanco y negro, sus espirales. Su ronroneo porque está conmigo.

Conmigo.

Antes he dicho en voz alta "no pienso discutir contigo" y aunque luego he susurrado a puerta cerrada "déjame tranquila" varias veces, no he entrado al trapo. No me he dejado llevar. No voy a contaminarme de lo que sea que le carcome.

Yo tengo a mi niño de mármol.

La carcoma no puede mas que arañar mi corteza, no llegará al corazón. 

Tengo a mi niño de mármol, y cuando no escribo para desahogarme, él me ayuda a seguir, estable, cuerda, gestionada por dentro.

La carcoma no muerde el mármol.