domingo, 22 de febrero de 2015

Sin arriar bandera

"Ma domani, domani, domani lo so, lo so che si passa il confine
E di nuovo la vita sembra fatta per te e comincia domani
Tra le nuvole e il mare, si può fare e rifare
Con un pò di fortuna si può dimenticare
E di nuovo la vita sembra fatta per te
E comincia..."

No es 21 de abril, ni ganas.
Pero hoy tengo una palabra rondando por la cabeza, Sir Huilliam, y me va a perdonar; porque yo de francés, ni papa. Oui, non, silvuplé mesié, merci. Si me apura, bonjur, bonçua. Com çi, com ça. Así que, Sir Huilliam, hoy la lección viene de la bota, y no de su tierra ni mi piel de toro.

"Domani è già qui, domani è già qui!"

Domani, lo so, si passa il confine.
Si passa il confine, si comincia di nuovo.
Con un pò di fortuna, si ricomincia.
Questo è il nostro avviso a i naviganti.
Proprio così. Una parola.
Domani.

viernes, 20 de febrero de 2015

Tic, bing y el olor de vainilla y fresa en hebra.

Tengo una máquina de escribir dentro del portátil.
Oh, sí.
Me encanta escribir a mano, el olor de las páginas mientras se impregnan poco a poco de tinta. Incluso me gustan los tachones cuando me equivoco -por fin he madurado y sólo tacho con una línea, tras años y años de hacer rayajos hasta que no se viera ni el más mínimo rastro de lo escrito-. Pero soy una romántica.
Vale, no, borremos eso. Soy una melancólica.
Mi padre tenía una máquina de escribir, enorme, gigantesca. Se sentaba a escribir cartas los sábados, con su pipa en la boca -tenía su ritual para mezclar el tabaco, y para encender y disfrutar correctamente la pipa que mi hermana nunca ha conocido, y esa diferencia entre las dos siempre será abismal. Como no conoce la pipa, no quiere a Sherlock, señor con pipa por antonomasia, como yo. Los rituales de mi padre y su pipa son algo que llevo grabado en la memoria y de esos recuerdos que inmediatamente, me hacen feliz.-, cerraba unos segundos los puños, como si se calentara los dedos, y tecleaba.
Toda la habitación se llenaba de olor a pipa, que no a tabaco, y del sonido, tic, tic, tic, que hacía la máquina de escribir.
Como una era tocapelotas curiosa, siempre estaba a su lado, dejando el libro de turno abierto sobre la alfombra (bendita la atracción de leer tirada en el suelo que tuve y tengo. Si encima, hay chimenea, para qué decir más) y asomando la naricilla por el borde de la mesa. Cuando no la usaba mi padre, una, que era muy hija de su madre atrevida, se sentaba tras ardua escalada en la silla del susodicho, y tocaba con reverencia las teclas, sin hojas, sin nada. Sólo por teclear.
Tic, tic, tic, tic.
En esas andábamos, que al final, por mi cumpleaños, me regalaron una máquina. Era de plástico, morada y rosa. Pero era preciosa y magnífica para mí, que tenía siete recién cumplidos. Así que los sábados, tras mezclado de tabaco, encender de pipa y primeras caladas; padre e hija -mi padre puso una silla y una mesa de plástico a mi altura, que acabó "decorada" con plastidecors por abajo en un arrebato artístico-, se sentaban juntos. Él, fiel a que su niña fuese un clon suyo, me daba una pipa bien limpia, me enseñaba a sujetarla entre los labios y... Cerrábamos los puños, poníamos papel, un par de vueltas. Tic, tic, tic.
Creo que todavía tengo esa máquina guardada. No sé si en el trastero, o en el desván de mi abuelo, pero no tengo el recuerdo de haberla tirado, y espero muy sinceramente que tampoco la hayan tirado mis padres.
Así que me he tirado media tarde buscando una manera de tener una máquina de escribir otra vez entre mis manos. Los teclados usb con forma de -valga la redundancia- teclados de máquina no me gustan. Para qué quiero uno así para escribir en el ordenador. Para eso, la máquina entera. Pero lo he conseguido.
Cuando escribo, el tic, tic, tic suena otra vez. La fuente tiene pequeños defectos en algunas letras, pequeñas manchas al azar como las que dejaba el rollo de tinta. Y vale, es una máquina falsa, porque en realidad es un programa de ordenador, pero cuando haces punto y aparte, el ¡bing! que hacía la máquina real suena en mis oídos.
Por eso estoy aquí, a las tres y media de la mañana. Por el gusto de escuchar cómo la música de la escritura y mis siete años vuelven conmigo. Con una pipa bien limpia en la boca, después de cerrar los puños.
Creo que me he enamorado.

Tic, tic, tic.
Bing.



Esto es terapia, y no el alcohol.

lunes, 16 de febrero de 2015

Hipertensión

Yo no sé cómo he acabado aquí.
O ella.
Pero sé cómo puedo salir.
Lo que no sé es cómo saldrá ella... o si quiere salir.

Yo pediré consejo.
Si no lo acepta...
...Si no lo acepta, espero que mi profesora me de algún consejo para mí.
Si a ella le gusta la situación, bien, pero a mí no. Nadie tenía derecho a hacer esto, a meterme dentro.
Y si tengo que, en la peor de las situaciones, fastidiar una amistad, que así sea.

Lo que no es normal es lo que hay.

sábado, 14 de febrero de 2015

Blood & water

Post-it para el "vegano cool" de la tercera fila de la cantina.
Sí, tú, ese que siempre está proclamando a los cuatro vientos que eres vegano y que nos das la charla a los demás por comer productos cárnicos sin que te pidamos opinión.
Tú, que nos gritas todos los días, de lunes a jueves (estoy convencida que los viernes también, solo que ese día me libro de verte), tu superioridad moral por tus hábitos alimenticios. Tú, que nos llamas asesinos a los demás por comer lomo, o por pedir un café con leche.
Tú, como estudiante de Derecho Penal deberías saber que no comer nada animal no te exime de poder ser tan animal y delincuente como cualquier otro.

Ahí tienes a Anglés, como ejemplo.
No creo que en Alcàsser consideren que ser vegano sea eximente de un triple asesinato.
Así que rebaja los humos. Menos lobos, Caperucito vegano, porque un día nos vas a pillar a todos torcidos y te llevarás una muy mala contestación. Que bordes podemos ser todos.

Y si te encuentras a alguno muy quemado, puede que hasta un guantazo. Esperemos que captes el mensaje antes.
Pelmazo.
(Uy, que post-it más largo).

martes, 10 de febrero de 2015

Diecinueve

Son muchos años.
Muchos.
Pero vosotros seguís ahí. El uno con sus vértigos, la otra con su cara "manchada de pintura".

Bolo llegó casi un año antes. Pero Taci terminó el cuento.
Él nos dio el susto de nuestra vida al caerse por el patio de luces. Ella se escondía detrás del sofá cuando alguien encendía el aspirador. Una vez le pillamos la cola con la puerta de la nevera, y él se "escondió" en la bañera para que no le pasara lo mismo.

Se intentaban camuflar entre peluches de koalas, canguros, ballenas, brujas y ositos. Fallaban estrepitosamente. Parecían rehuir las cortinas. Eran tímidos para conocer gente nueva.

Ahora les da igual.
Son de esos jubilados que se pueden pasar el día haciendo nada, porque se han ganado el derecho a no hacer absolutamente nada. Un parpadeo lento para saludar, y poco más. Taci pasó por aquí la semana pasada, después de su última revisión. Estuvo conmigo dos días, y todavía, casi seis años después, se acordaba de mí. Bolo se ha ido hoy a su casa, después de cuatro días en la mía. Sigue apoyándose en la pared fría al sentarse en la cama con cara de mareado hasta que se atreve a moverse y tumbarse.
Están gordos y tienen canas.
Pero ronronean fuerte, fuerte.

Tienen en parte la culpa de que el cuento de Caperucita Roja me guste tanto.
Al fin y al cabo, ellos son Tacirupeca y Bolo.
Mis propios Lobo y Caperucita.

Y después de diecinueve años, se han ganado el cielo.
Cielo que, por ahora, parece estarles muy lejos. Porque de salud, aparte de los achaques de la edad -ella está medio sorda, y él tiene resfriado crónico y ambos están gordísimos-, están perfectos.
Diecinueve años, que se dice pronto. Diecinueve años de gatos.

Ay, mis gordos.
Su ronroneo cura hasta el dolor de estómago.
(Y nunca nada será más gracioso que ver a Bolo apoyado contra la pared fría, hecho un manojo gris y chocolate de nervios, como intentando deshacerse de la resaca y mientras tanto Taci se tumba panza arriba sobre mis pies con algo parecido a una sonrisa en su cara chata).

("Si hubiera que elegir un sonido universal para la paz, votaría por el ronroneo." B.L. Diamond
"Dios hizo al gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre." Víctor Hugo
"El aire, el Cielo, las sombras y los rayos de sol, los recuerdos; todo aquello que es mágico... llegó a la tierra en forma de gato" -creo que de mayor seré una loca de los gatos. Decidido.)