Me he puesto a limpiar el escritorio. Me he encontrado con tu "Bruto vizio morire" y nuestra única foto. También te he insultado un poco, por cobarde.
Me he reído al recordarte, al recordar cómo eras. Tan tú. Tan completa, absolutamente seguro de quién eras.
Echo de menos hablar contigo aunque sólo fuesen un par de veces al mes, y que me cuentes pequeñas cosas que te pasaban por la biblioteca en aquel pueblecito pequeño. O en tu galería de todo un poco. O en tus lecturas. Y perdóname por ponerme melancólica. Pero es que, entiéndeme. Eras ese amigo que estaba ahí, en su rincón, tranquilo. Sin exigir. Sin pedir. Sólo ofreciendo. Solo enseñando. Sobre cualquier cosa.
"Madre (unta, grassa): - Mi consiglia un libro per mia figlia?
Io: - Che gusti ha sua figlia?
Madre: - Ha letto tutti quelli di Moccia.
Io: - Poe li piacerà.
Madre: - È d'amore?
Io: Sì, le ragazzine ne vanno matte.
E si allontanó con "Poe - tutti i racconti" sotto braccio."
El día que me escribiste esa anécdota creía que se me iba a salir el corazón del pecho de tanto reírme. Y estoy más que segura que, en tu casa, le diste una calada al cigarro con una sonrisa satisfecha. "Ne vanno matte". Eras un maldito genio, Jean.
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"Madre (grasienta, gorda): - ¿Me aconseja un libro para mi hija?
Yo: - ¿Qué le gusta a su hija?
Madre: - Ha leído todos los de Moccia.
Yo: - Poe le gustará.
Madre: - ¿Es de amor?
Yo: - Sí, las jóvenes se vuelven locas.
Y se fue con "Poe - Todos los cuentos" debajo del brazo."
"Ne vanno matte". Madre mía, Nicolò.
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