jueves, 27 de octubre de 2016

Negro y azul

Filtiarn tiene la voz de Tom Hardy y la clase de Tom Hiddleston.
Ethelwolf tiene la voz de James Earl Jones, ahora que es más mayor. Y la clase de Tom Hiddleston, ahora que le ha dado por ir vestido como las personas suelen hacer.
Alraune es tan batiburrillo de mis propias inseguridades como siempre, me temo.

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Llueve.
No es una lluvia consistente, más bien es el ambiente el que llueve: el cielo plomizo, el aire pesado. Cuatro gotas casi imperceptibles, que engañan, que calan hasta los huesos sin que nadie se dé cuenta de cómo ha sido. El agua resbala por el pelaje del lobo. Blaidd se sacude violentamente, mandando miles de gotitas en todas direcciones. Filtiarn sonríe al notar cómo caen sobre él, sobre el pecho desnudo, sobre la espalda marcada.
Nunca le ha gustado mostrar su cuerpo porque no soporta verlo ante un espejo. Le da lo mismo que el resto del mundo vea sus cicatrices: él no quiere vérselas. No quiere que estén ahí.
Pero necesita conocer mejor a su padre, a su rival, a su posible asesino. Quince años sin verse son muchos, a pesar de lo que se parecen. Y eso implica que tiene que pensar como Ethelwolf. Por eso está desnudo en el jardín, aprovechando la lluvia y la noche.
Buscando el por qué Ethelwolf despreciaba tanto las ropas. Buscando el por qué amaba el aire en la piel.
Es consciente de que está por ahí cerca, espiando. Observando con todo detalle. Esconde una sonrisa; él haría lo mismo si los papeles estuviesen invertidos. Pero no va a hacer nada. Extiende los brazos, exponiéndose completamente; y echa la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados. Cada golpe de lluvia le llega como un puñetazo a los sentidos. Nota vibrar, pulsar, temblar a todo su cuerpo. Si no tuviese la espalda marcada podría llegar a gustarle la sensación.
Blaidd aúlla, suave.
Él sonríe.
Él sabe. De doce años corriendo de un lado a otro, moviéndose de ciudad en ciudad, siempre con la mirada clavada en la espalda. Siempre con la sensación de ser perseguido por tus propios demonios. Sabe del nudo en la garganta cada vez que el espejo muestra más piel manchada por la extraña enfermedad, la maldición que le consume por dentro. Sabe del odio latente en las entrañas al pararse cada noche frente a la puerta de una habitación, el odio hacia sí mismo por no atreverse a cruzarla, a pedir que le quieran. Sabe de la arrogancia, del rozar la cima del mundo con los dedos y que un niño decida tirarte acantilado abajo, cortándote los dedos, desgarrando tu garganta, tus sueños. Sabe de la crueldad necesaria para criar a ese niño, para que no duela tanto el momento que tendrá que venir, cuando tenga que luchar en serio contra su propia sangre. Sí. Sonríe, empapado bajo la lluvia como antaño hacía su padre, y se ríe en voz baja, para sí mismo, porque hace mucho que lo sabe. Sabe de los demonios que atormentan a Ethelwolf, porque siempre lo tuvo vigilado. Sabe de sus miedos porque él vive en ellos. Y sabe del dolor que le consume porque lo vio en los ojos de su padre aquel día en el lago: le duele la lucha. Pero luchará. La guerra debe terminar, ambos lo tienen claro.

Y sólo uno de ellos puede ser el rey.

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