viernes, 6 de septiembre de 2013

¡Un oso enólogo!

Es curioso, Sir Huillam. Pero este año acaba donde empezó, en un aeropuerto, en la puerta de un avión, en la cinta de las maletas. Entre las nubes, la megafonía en varios idiomas, conversaciones ajenas, azafatas vendiendo colonia, gente esperando el autobús.
Me fui un catorce de septiembre, y vuelvo otro.
Un año.
Trescientos sesenta y cinco días de mirar hacia delante.
De coger once aviones.
De no dejar mas que sombras del pasado a la espalda, esas que no han conseguido crecer hasta hacerse parte del presente.
Es curioso lo que a veces sucede con nuestros pasos... ¿No cree, Sir Huillam? Ese destino que usted siempre cita en sus versos a la sombra del Baco más fino y elegante; y que yo creo que es la mayor cortesana de la Historia, Fortuna. Un mínimo de azar, de libre albedrío. Una pizca de sal en un plato que podría ser demasiado insípido.
Ah, D'Averc.
Sir Huillam, es usted el peor de los canallas. Se vino conmigo en la maleta, y en la maleta volvió. Y ahora, vuelve a hacer ese viaje; otra vez en mi maleta, otra vez con decisión.
Quizá más que la anterior... Porque ¿acaso no es sábado el día de regreso? El viernes tendremos que salir de fiesta. Una promesa hecha a un buen amigo, mestizo de patrias, Sir Huillam. Y coger un avión -¡el último avión, el  número once!- para volver a media mañana. Apresurarse para darse una ducha, maquillaje, ropa, comida. Al final, querido D'Averc, resulta que la cena fue con la parte mala de la familia y la comida es con la agradable. Con mis primos, a los que hace eones que no veo. Y por la noche -¡alegre esa cara, Sir Huillam!- al parecer papá no tiene problemas en dejar que la adrenalina siga manteniéndome en pie, y podré asistir a una cita importante en la capital.
¿Y bien, Sir Huillam?
¿Qué le parece nuestra aventura?

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