Igual que lloró el que, para mí, es el poeta por excelencia de esta piel de toro, deberíamos llorar hoy todos.
Valgan sus versos como oración solemne.
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Si era toda en tu verso la amonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral.
¿Te ha llevado Dionysios de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfante volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
"Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan".
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Nadie lloró mejor al segundo poeta del español que Antonio Machado.
97 años sin los versos del de allende el mar, Rubén Darío.
Que la princesa de la boca de fresa y la bailarina de los pies descalzos te guarden en tu eternidad de poesias y mares.
Entre la lluvia-nieve que cae, el frío, el tener lejos a la gente...
hoy estoy sentimental.
El mejor momento para leer poesía.
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