¿Pero qué es esto? ¿Tanta actualización en un día?
Me estoy malacostumbrando...
Pero los gatos somos caprichosos. Esto es sólo un capricho más.
Hoy no iba a hacer nada, iba a disfrutar del día y ya está.
Pero tenía que ir a varios sitios. Y he salido de mi escondrijo, me he relacionado, he sonreído, he hablado, he puesto ojos en blanco, me he quejado, he reído... Nada fuera de lo rutinario.
Hasta la tarde.
El caso es que mientras asistía a un encierro con bailes y niñas maleducadas, he reflexionado. Mucho.
He conocido a una persona que me ha llevado a ello.
No es la persona que mi madre aprobaría, de pequeña me habría dicho "Kael, con ese chico no se habla, que no está bien... Es un desconocido. Y mira qué pintas tan... de delincuente o algo".
Tiene implantes en el antebrazo izquierdo. Dilataciones en las orejas. Un piercing en cada ceja, sobre el puente de la nariz, en la nariz, en los mofletes (simulan hoyuelos), sobre el labio superior y bajo el inferior. Quiere hacerse las orejas con forma de puzzle. Lleva tatuajes en nudillos, antebrazos, brazos, hombro, cuello, espalda, pectoral, costado, en los muslos, sobre una ceja, y una telaraña dentro de la oreja. Una pantorrilla en negro, para hacerse calcificaciones en ella, con un signo rodeado en la parte del gemelo.
Escucha metal duro. Escucha grupos de thrash y nu, escucha dark, escucha death, escucha black y speed, escucha doom y grindcore. Viste como un rapero, como un hippie, como un heavy, según le de.
Tiene la lengua bífida. Y las orejas puntiagudas, modificadas, como si fuera un duende.
Practica suspensión extrema.
Trabaja como piercer desde hace tres años. Estuvo un año en italia trabajando. Aprendió con un gaditano, aunque es de Gandía.
Se ha tatuado la cara de su amigo y hermano, su maestro, en el muslo izquierdo. También tiene un retrato de ese hombre en un "columpio extremo", es su mentor en la suspensión.
Dice que no se atreve a hacer tatuajes, que a él le gusta la anatomía, la sangre y las agujas.
Tiene una sonrisa bonita y una novia que es un amor. Me ha enseñado la foto que ambos consideran "fue la primera cita de verdad, cuando sabíamos que eramos el uno para el otro". Tienen cuatro ganchos cada uno entre los omóplatos, el cielo es oscuro y la luna se oculta tras los árboles, más allá del porche en el que ellos están. Pequeños caminos de sangre resbalan por sus espaldas. Ellos están cogidos de la mano, mirándose a los ojos, sonriendo.
Con más amor que muchas parejas "normales".
No es una persona que un padre aceptaría.
Pero es amable, es dedicado y simpático. Me ha explicado todo lo que he querido saber, ha alabado mi dibujo, me ha preguntado que por qué no diseño para ellos. Que le preguntaría al jefe, por si pueden acudir a mí para algo. Me ha invitado a ir a una convención de tatuadores.
Me ha cambiado con mucho cuidado un pendiente que me dolía, sin que yo lo notara. Se ha preocupado cuando he puesto cara de que me dolía, aunque en realidad no pasaba nada.
Hemos bromeado, hemos reído.
En una hora, nos hemos hecho amigos.
Nunca habría pensado hacer amistad con alguien así.
Nos conforman desde pequeños para elegir a nuestros amigos. De acuerdo, nos dan límites anchos. Pero si mi madre conociera a mi piercer, no me dejaría salir de casa en un mes, no mientras él estuviese en la ciudad. ¿Cómo le dices a tus padres "mamá, papá, he conocido a alguien que casi se corre cuando le suspenden con ganchos cogidos a la piel del techo"? No se puede, a no ser que tus padres no te tengan en cuenta o sean de ese mundo.
Lo he pensado, sí.
Por una vez, lo he pensado seria, detenidamente. Ahora, en mi casa, en mi reino con BSO de The Crow (suena Nine Inch Nails en mis auriculares), ronroneo, todavía reflexionando.
Y es que aunque nos dan bastante libertad para relacionarnos, siguen poniendo trabas a la expansión. De nuestras mentes, nuestros gustos, nuestros sentimientos, nuestras relaciones.
El caso es que el piercer, a pesar de sus "pintas", a pesar de sus tatuajes y piercings, a pesar de sus aficiones, a pesar de no tener carrera y sólo tener el permiso sanitario (que se da también para auxiliares de enfermería y demás) y el título de piercer, es más culto que mucha gente que conozco. Cuando, antes de irme del tattoo le he dicho "Eh, me alegro de haber estado charlando contigo de todo durante esta hora" me ha sonreído. No se ha inmutado cuando la mujer que estaba acompañando a su hijo, cliente que iba a cambiarse un piercing labial, ha murmurado "Cómo se puede alegrar. Si parece un salvaje de las islas esas perdidas, a mí casi me daría asco que me tocara". Él y yo hemos cruzado una mirada, que ha evitado que yo contestase. Y ha hablado.
"Fuiste salvaje una vez, no te dejes domesticar. Me gusta esa frase de Isadora Duncan."
La señora le ha mirado, extrañada. Y yo también, aunque no por el mismo motivo. Ella se ha marchado como si tuviese miedo de que le contagiásemos algo. Yo me he quedado un rato más. "Oye, tú ¿de qué conoces a Duncan?" "¿Bromeas? Me gusta cómo bailaba... parecía el mar."
¿Quién conoce a Isadora Duncan hoy en día, si no eres bailarín clásico, o tienes mucho bagaje cultural?
Nos intentan enseñar a creer que no tenemos imposiciones a nuestra manera de ver el mundo, de relacionarnos, de conocernos, de sentir, de ver, de percibir. Pero nos muestran que si es muy diferente, es malo. Que si sus gustos tienen que ver con el dolor, es malo. Que si su apariencia no es normal, es raro. Y que si es raro, es malo.
Yo me he sentido más a gusto esa hora en el estudio con él, que en todo el resto del día.
Y que yo sepa, nadie me mira llamándome "salvaje". Mi piel está limpia, mis hobbys no son tan extremos, mi gusto musical no es tan duro (aunque algo por ahí sí que suena de vez en cuando). Me aceptan con mis siete pendientes, mis siete anillos en las orejas. Con mis ganas de marcarme la muñeca.
Me aceptan, a pesar de que no sé callarme, que tengo que levantar barullo, sembrar cizaña cuando no estoy conforme con lo que se dice. A pesar de que a veces soy un dolor en el culo, que puedo ser una perfecta hija de puta. Me aceptan, porque no tengo una apariencia tan "distinta".
¿Quién decide eso? ¿Quién decide que lo extraño es malo, que ser diferente es malo?
Debería ir por gustos, no por imposición.
¿Quién marca los límites en esta conducta social que nos implantan desde pequeños? ¿Quién juega a ser juez y parte?
He conocido a alguien. Es piercer, tiene el cuerpo manchado de tinta.
Tiene lengua de serpiente, y sonrisa bonita.
Y es más persona que muchos "buenos chicos".
No hagas caso a una apariencia. Haz caso a una mirada.
Obedece a tu instinto tras ver una sonrisa.
Desobedece a la norma.
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