Mirar a tus compañeros de piso, en silencio, desde el quicio de la puerta.
Suspirar.
En un tris de locura... suficientemente mal. [...] Muchacha triste.
Escuchar a Dalma.
Suspirar y negar con la cabeza.
Tus compañeros siguen tirados en el sofá.
Coges la mochila, el abrigo.
Las llaves, abres la puerta, te vas con tus amigos italianos -por algo estáis en Italia-, a algún lugar italiano que de tu piso sólo tú conoces, porque eres la única que sale de casa, aunque nieve.
Un último pensamiento para ellos antes de ir a la nieve.
Pobres. Qué desperdicio de Erasmus hacen.
Lo que van a arrepentirse.
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