jueves, 12 de abril de 2012

D'Averc (VI) Dantés

-Dicen que todos somos Edmundo Dantés.

+Desde luego, ¿quién, por mísera que sea esa presencia, no tiene la sombra de Dantés en su corazón? Un paria que deviene social, un social que es un paria. Una persona que no es. Es el reflejo de la sociedad, de cada uno de nosotros. Lo extraño es encontrarse un abate Faria, que asome tímido los ojos tras la mirada de un individuo cualquiera por la calle.

-Sir Huillam, os encuentro filosófico.

+¿Cómo, si no, explicarte que tú también eres Edmundo Dantés, niña?

-Pero yo sólo mencionaba lo que he oído decir.

+Y yo te lo he confirmado. La grandeza de Montecristo es que se venga de igual manera que podría hacerlo cualquiera, porque es cualquiera. Él sólo espera, aguarda. Y confía en que el azar le ayude.

-¡Pero hace uso del dinero!

+Igual que sus enemigos. Mas... ¿acaso no es el azar quien le proporciona su fortuna? Te repito, niña; que Edmundo Dantés duerme en cada uno de nosotros. Un ciudadano más, que se sienta en un rincón, esperando que el viento cambie a su favor. Como tú o como yo. Para bien o para mal, en cada uno de nosotros vive Dantés, esperando a abrir los ojos.


Ser Dantés y temblar al leer "FIN"; ser lector
y temblar al leer "Capítulo 1: Marsella. La llegada".
Todos somos Dantés, dicen.




¿Demasiado Dumas, o demasiada filosofía?

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