jueves, 18 de abril de 2013

Pues menos mal

Ay señor, lo inútil que puede llegar a ser la gente.
Menos mal que esta tarde tengo clase con mis niños y luego me compraré unas sandalias. O iré en busca de ellas, que las necesito para el 24.
Y el vestido blanco y el mono azul nuevo las necesitan.
Nápoles las necesita.


Pero qué inutilidad, qué inutilidad.
Me traumatan. Del verbo traumatar.
yo traumato, tú traumatas, él/ella traumata.
Me traumatan a niveles espectaculares, casi infinitos.

Cuánto idiota suelto por el mundo... Si es que de todo tiene que haber en la viña del Señor. Ya. Pues, oiga, contrate un puto jardinero que pode las vides, copón ya. Que de todo, todo, no tiene por qué haber. Leche-puta ya.



Va, que a las tres tengo clase.
Soy una profesional, soy una profesional. Voy a enseñarles a esos chiquillos un porrón y medio en dos horas, y cuando salga de darles clase, voy a ser la calma personificada. Es lo que tiene realizarse a una misma.
Pues menos mal que no me ha dado por entrenar aquí.
O reventaba los guantes al primer golpe.
Me saca de quicio que la gente olvide que siempre mantengo lo que digo, si es posible. Y el 98% de las veces lo es, y la mantengo. Diría que incluso el 99%.
Bah, a mamarla.
Me voy a dar clases, a mejorarme a mí misma.
A enseñarles a esos muchachos lo mucho que les aprecio.


Y luego llamaré a alguien, a Davide, a Matteo, a quien sea. A Francesca y Katia. Y me iré de fiesta y mañana a una fiesta-en-piscina y que los demás le canten coplas al aire si se quieren quejar.
Chincha rabiña, que soy el pájaro que más alto vuela, y las flechas no rozan siquiera la estela de mi vuelo.

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