sábado, 14 de julio de 2012

¿Es así?

Lástima tener esa parte humana dentro de la esfinge. Hace que los defectos de los que carece un gato vivan. Aunque le de más emoción a la vida. A veces, sólo son un quebradero de cabeza.

Hace meses que dijimos basta. Y llevamos tres días de peleas y de risas.
De granizados de fresa y helados de stracciatella.
De paseos por la playa, de garitos, de marear guiris, de beber y de roces, vueltas en moto y en patines, caminar por el pueblo contándonos vida y aventuras. De comer el cielo y devorar las nubes, de merendarnos las estrellas.
Respira.
Respiro.
Son frases dichas a media voz que quitan un poco el sueño. Son gestos a cámara lenta que erizan piel y tiemblan los alientos. De ambos.

Hace meses dijimos que ya no más.
Pero somos dos gatos callejeros caprichosos.
Yo gato de colores, tú gato rubio arrabalero.
Te queda mejor ese punto de macarra que gastas ahora, aunque al comienzo de la tarde intentabas evitar mirarme, tímido. Me gustó que al saludarme me dijeras guapa. Me horroricé cuando al despedirnos te abracé muy fuerte, espontánea (me asustó mi propio impulso), y tú te pusiste nervioso. No supimos que pensar ninguno de los dos cuando nos buscamos los labios.
¿Siempre vamos a estar igual? ¿Siempre que nos veamos, seguiremos así?
Dime, por mucho que cambiemos, por mucho que pase...
¿Cada vez que nos juntemos, acabaremos paseando por los tejados, maullándole a la luna, rebuscando raspas de pescado en cada rincón?
Porque no sé si me gusta o no. Me revuelve el estómago, me tiemblan los bigotes, y se me eriza el pelaje. Pero tampoco cesa el ronron. Por más signos de desastre, no dejamos ninguno de los dos de ronronear.
Dime, O'Malley. ¿Siempre va a ser así?

Hacía meses que dijimos que no más.
Y llevamos días pidiendo más. ¡No! ¿O sí?








No, dijimos no. Dejémoslo así.
Son ganas de comerme la cabeza.

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