- Estoy algo más cansada que "muy cansada", Sir Huilliam.
- Querida; te han extraído dos muelas del juicio a la vez, una de ellas con cirugía. Y hace mucho sol y calor, y te pican los mosquitos a pesar del repelente. Es lógico que te fallen un poco las fuerzas.
- Sí, y tengo que hacer prácticas que faltan aún por entregar en el calendario lectivo. Y preparar dos exámenes, Sir Huilliam. Y sangro. Y me duele la boca. Y me duelen los diecisiete irresponsables años de Lucía y la forma imposible de mi madre de comunicarse conmigo. Y no son las fuerzas. Son las ganas. Las ganas, que las estoy perdiendo todas.
- No te preocupes, querida mía. Ahora eres Flana antes de la guerra civil. En el momento oportuno, ni Yisselda estará a tu altura.
- No quiero ser la reina triste, tampoco.
- Ah, très bien, très bien! Eso es otra cosa. No seas la reina triste, pues. Pero no te dejes hundir. Te enfrentas a tu propio Granbretan, a tu propio Meliadus. ¿Vas a dejar que te ganen porque tú no tienes ganas, porque estás cansada?
- Pfff... ¡Por supuesto que no!
D'Averc sonríe.
- ¿Lo ves? Sólo tienes que saber sacar las garras. ¿Cómo era...? "Sus, y a ellos". Que empiece la guerra.
Mi casco de espejo, que lleve el penacho en dos tonos, rojo y negro. Por favor.
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